Al llegar a la adolescencia, el respeto tiene mucho más sentido. Ya con una intimidad propia descubierta, los hijos son capaces de reconocer lo que significa respetar a los demás y respetarse a sí mismos.
El adolescente quiere ser respetado por los demás y nota claramente cuándo existe este respeto. Sin embargo, no nota con tanta claridad cuándo está faltando al respeto hacia los demás. Se molesta cuando algún amigo no acude a una cita, pero no le importa si es él quien falla.
Es lógico que debiera existir un mayor respeto entre las personas que se conocen mejor —los hermanos y los amigos íntimos—, porque en la misma relación es necesario afinar más para permitir una convivencia continua.
Un joven podría plantear a una compañera alguna propuesta poco honrada, convenciéndola para que lo acepte con razones engañosas o jugando con sus emociones. Si luego la joven aceptara la propuesta, es probable que él diga posteriormente que ella había decidido libremente, cuando, de hecho, ha habido una coacción clara, una falta de respeto.
Corresponde a los padres y madres aclararle lo que es el respeto y cuáles son los peligros que pueden surgir para contrarrestar el sentido positivo de este valor.
Habrá que enseñarles a pensar en las consecuencias de sus acciones, de distinguir entre las personas con quien se relacionan, su capacidad intelectual, su edad, su temperamento. Y, reconociendo la situación real, actuar o dejar de actuar procurando no perjudicar ni dejar de beneficiar a los demás.
El adolescente quiere ser respetado por los demás y nota claramente cuándo existe este respeto. Sin embargo, no nota con tanta claridad cuándo está faltando al respeto hacia los demás. Se molesta cuando algún amigo no acude a una cita, pero no le importa si es él quien falla.
Es lógico que debiera existir un mayor respeto entre las personas que se conocen mejor —los hermanos y los amigos íntimos—, porque en la misma relación es necesario afinar más para permitir una convivencia continua.
Un joven podría plantear a una compañera alguna propuesta poco honrada, convenciéndola para que lo acepte con razones engañosas o jugando con sus emociones. Si luego la joven aceptara la propuesta, es probable que él diga posteriormente que ella había decidido libremente, cuando, de hecho, ha habido una coacción clara, una falta de respeto.
Corresponde a los padres y madres aclararle lo que es el respeto y cuáles son los peligros que pueden surgir para contrarrestar el sentido positivo de este valor.
Habrá que enseñarles a pensar en las consecuencias de sus acciones, de distinguir entre las personas con quien se relacionan, su capacidad intelectual, su edad, su temperamento. Y, reconociendo la situación real, actuar o dejar de actuar procurando no perjudicar ni dejar de beneficiar a los demás.